Se sentaba mi suave silencio y llegaba la brisa desplegada de sueños,
Sin contaminarme.
Tenía un corazón hermoso, pero frágil,
Cuán frágil, que por ello hoy ya no queda ni la ceniza de su ventana,
Puente de azules cielos.
Yo era quien vestía al universo de tacto,
Hacía nacer pequeños brotes húmedos,
Bebía cuando el sol me atravesaba los párpados,
Y podía alejarlo por largos segundos.
Era yo,
Una rosa sin sangre,
A donde germinaban pequeñas gotas de añoranza, solo que sus huellas se dirigían,
Hacia él… mi felicidad.
Fue la ironía quien se encargó de bautizarlo con un nombre,
Lejos de lo comprendido y de la excusa de comprender…
Si hubo algo en ese ayer que es debido arrojar, es la cercanía a la condena del pensamiento.
Morí en el pasado,
Ahora muero por vez segunda,
Cuando creí ocupar el vano y ronco espacio,
Y las mariposas aprendían a volar.
Fui un soplo de lujuria
Serenidad …. Voz tenue
O algún abrigo coincidente en el camino.
Me marcho, sin gritar…
Apagó mi vela,

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