Olvidé decirle tantas cosas, que a lo mejor no fueron olvidos, si no palabras impronunciables o pensamientos entrecortados, pero de alguna forma le demostré mi admiración, regando ese fruto que hace muchos años germinó y engrandeció, como solo ella pudo haberlo hecho. Sin elocuentes razones… entonces, su sonrisa bastó.
Habré llegado tarde sin poder estar cerca a su desdicha que luego convertiría en alivio, a su lluvia de astros guardada detrás de las retinas…. Y perder el tiempo en describirla, equivalente a intentar mencionar la sensación de tranquilidad cuando conocí su abrazo.
Me dedico a recordarla con la última imagen que gravé. Cálido rostro…expresión…a vida, a viento dorado.
Llegó esa otra canción, la que habla de estar sorprendidos en medio de la noche, haciéndose leyenda, acentuándose con sus alas al reposo del final. De nuevo recordándola, disipo telarañas en las que abrigaba mi aliento cuando cansada, mi respiración iba muriendo.
En un mejor horizonte, esperándonos, cuidando las rosas, mientras que a sí misma las lleva hacia sus mejillas, rejuveneciendo su alma, mojando su pelo, sudando en el pastal, sin sentirse enajenada, convirtiéndose en un ángel, mientras los demonios aquí nos desangramos, tratando de recobrar la voz.
Alternos en otra dimensión dejaremos su nombre clavado entre los pensamientos, y las letras fecundas de su rastro, querrán posarse en la distancia, como un nido de caricias, que junto a sus manos también han volado… y nuestro pecho, en medio de la luz fumará sus últimos segundos, agradeciendo haberla tenido, y haberla perdido.
Porque al morir nos hizo nacer. En su nombre beberemos las copas de vino tinto envueltas de calor, y a veces nos pondremos pálidos, de tanto suspirar…
Ella sonríe, baila junto a burbujas carmesí, mientras observa nuestra bella agonía…
Aquí, prometeremos extrañarte sin golpear tus alas.